Introducción
Cuentan que hace ya mucho tiempo, los dioses brotaron en la existencia gracias al poder
de los diferentes deseos de los seres vivos, el deseo de que algo superior a ellos mismos existiera, algo a lo que le pudieran encomendar sus diferentes pesares o aspiraciones, algo a lo que pudieran seguir, y algo que los pudiera guiar. Sin embargo hubo dos entes que sobresalieron de los
demás en poder y liderazgo, más tarde conocidas como “Las
Diosas de la Creación”, las cuales nacieron de la carga elemental concentrada de luz y oscuridad. Una, siendo completamente pura en bondad, justicia y juicio se le
nombró “Luxatt”, y la otra, siendo
completamente pura en frialdad, belleza y pensamiento, se le nombró “Ténelam”, y a pesar de que una admiraba
y deseaba a la otra, jamás pudieron acercarse. Un día, ambas conocieron el
secreto que unía a todos los planos, y acercándose a este artefacto milenario y
misterioso, pudieron tener contacto directo la una con la otra, pero el resultado
no fue lo que ellas esperaban. Al contacto de entes con tal magnitud de
influencia en el mundo y poder individual contrario, dieron vida a un ente
nuevo, un ente mucho más poderoso que ellas con todas las características y poderes de algo a lo que un mortal llama un dios. Con la creación de este ser nuevo, la duda, avaricia y mala intención
creció en sobremanera en la mayoría de los mortales.
Cuando este nuevo dios ganó
conciencia de lo que su existencia provocaba en los seres mortales, se alegró,
y se auto llamó Chaos, siendo conocido como el dios del caos. Éste se separó de
sus creadoras y comenzó a esparcir su nuevo elemento a todas aquellas personas
que estuvieran desequilibradas en mente y sentimientos. Hubo más guerras y más
muertes después de su existencia. La humanidad comenzó a darse cuenta de esto e
hicieron una guerra en contra de Chaos, en respuesta, Chaos creó a tres seres
extremadamente poderosos conocidos como los hijos del caos. Muchas razas fueron
aniquiladas en esta guerra dejando sólo a los humanos, elfos, enanos y
djurmanas como razas mortales y, a los ángeles y demonios como razas superiores.
Las razas restantes, después de décadas de guerra, dieron por sentado que no
podrían ganar a menos que pelearan hombro con hombro con un ejército de dioses,
mortales y superiores, y así marcharon contra Chaos, derrotando a sus tres
hijos y encerrando a éste en un plano inaccesible especialmente creado para ese
propósito por el dueño del artefacto que une a los planos.
Sin embargo, la existencia de Chaos
no había desaparecido, pero sí menguado, haciendo que los efectos del dios
siguieran en las razas. Muchos dioses murieron en la guerra o fueron olvidados
tras ésta. Los demonios aprovecharon para consumir más almas y hacerse más
fuertes, y las guerras entre las razas siguieron. Las diosas Luxatt y Ténelam
enviaron un mensaje de tristeza y paz a todas las razas, y las razas llegaron a
un acuerdo con ellas: “Nosotras
dormiremos, pero si vuelve a haber alguna guerra a gran escala, despertaremos
en cólera y manifestaremos todo nuestro poder sobre ustedes para controlarlos y
terminar con los desacuerdos”. Todas las razas, también hartas por las
guerras constantes, aceptaron el acuerdo y firmaron tratados de paz todos los
líderes, salvo los demonios, los cuales sólo se guiaban por intereses
personales y su adicción a consumir almas. Después del acuerdo, las razas
migraron a diferentes continentes del mundo, se dice que los enanos son los
señores del sur, los elfos se cree que fueron a habitar los boscosos
continentes del norte, los djurmanas desaparecieron en los continentes del este
y el oeste, los humanos se quedaron en el continente central, en el cual, fue
la Gran Guerra del Caos; los ángeles y los demonios simplemente desaparecieron
y los dioses se quedaron con sus tierras en los planos diferentes, pero
directamente ligados con el nuestro.
Los demonios, con el pasar
de los años, a escondidas, lograban hacer que las razas mortales rompieran
momentáneamente esos acuerdos de paz e hicieran guerras a pequeña escala, pero
jamás lo suficientemente grandes como para despertar la cólera de Las Diosas de
la Creación. Hay otras cosas por las que las razas en general se deberían
preocupar, pero están cegadas por los desacuerdos que los demonios hacen entre
ellas, cosas aún más fuertes y temibles que el mismísimo Chaos.